Una estudiante de medicina es asesinada en un
intento de robo al salir de un hospital. Un grupo abre fuego en otro hospital
al enterarse de que la persona que buscaban había muerto. Los médicos que
terminan sus turnos tarde pasan la noche en el hospital porque no se animan a
salir a la calle.
Los centros de salud eran uno de los pocos lugares donde no
llegaba la violencia que estremece a la sociedad venezolana, pero una serie de
incidentes recientes indica que ya ni los hospitales se libran de ese flagelo.
El asesinato de una joven estudiante de medicina en la
ciudad centro costera de Valencia y la balacera que se registró el día previo
en el hospital capitalino Domingo Luciani causaron conmoción y pusieron sobre
el tapete la ola de violencia que sacude al país.
“Esta ya es la gota
que derramó el vaso”, dijo indignado el médico anestesiólogo Eduardo Morillo al
expresar su pesar por el asesinato de la estudiante de medicina Elialberth
Uzcátegui, de 24 años, quien pereció el 21 de agosto tras ser herida de bala por
unos maleantes que intentaron asaltarla cuando salía de su guardia nocturna.
Morillo, de 30 años, dijo a The Associated Press que aunque
el problema de la criminalidad “se vive en todas las partes del país, yo no
había visto tanta inseguridad como ahorita”.
El médico dijo que él y muchos de sus colegas de otros
hospitales del país han tenido que reducir el uso de efectivo, no llevar el
carro a su sitio de trabajo y pernoctar hasta el amanecer en los hospitales
luego de finalizar sus guardias nocturnas para evitar ser víctimas de
delincuentes.
“Tienes que llegar
acá (al hospital) a encerrarte, y salir en la mañana cuando haya más personas
en la vía porque si estás solo te roban”, comentó Morillo, quien labora desde
hace dos años en el hospital universitario Angel Larralde de Valencia donde fue
asesinada Uzcátegui.
Según estimaciones de la OVV este año se podría cerrar con
una cifra récord de 19.000 homicidios lo que llevaría la tasa a 60 asesinatos
por cada 100.000
El día previo a la matanza de Uzcátegui, en la sala de
emergencia del Domingo Luciani se vivieron momentos de gran angustia cuando un
grupo de personas, que buscaba a un joven herido de bala, ingresó por la fuerza
al lugar.
Al enterarse de que la persona que buscaban había fallecido,
se tornaron más violentos y comenzaron a hacer disparos. Aunque no hirieron a
nadie, causaron gran conmoción y destrozos en las áreas de emergencia. La
Guardia Nacional debió ingresar al centro para detener al grupo y restablecer
el orden.
“Era como si fuera
(la cárcel) El Rodeo. Muchas balas iban y venían”, dijo el enfermero del área
de pediatría Eduardo Vargas. “Mi primera reacción junto a los pediatras fue
resguardar la vida de los niños… Los retiramos hacia una área de aislamiento, y
nosotros nos resguardamos en un depósito y nos tiramos al suelo. Fue como unos
20 minutos escuchando fuego”, comentó Vargas a la AP.
El enfermero, de 39 años, precisó que algunas de las balas
quedaron incrustadas en las camas de la emergencia y partieron ventanas.
Ambos incidentes desencadenaron en la tercera semana de
agosto protestas callejeras de varios centenares de personas en la capital y en
Valencia, que es la tercera mayor ciudad del país.
“No queremos balas,
queremos salvar vidas”, decía una pancarta que fue exhibida en medio de una
protesta en un hospital del este de la capital.
Varios centenares de empleados del Domingo Luciani se
declararon por algunos días en “protesta activa” y limitaron los servicios de
consulta para exigir mayor seguridad y la “militarización de las áreas
externas” del hospital, dijo el médico Jesús Peña, vocero de los galenos del
Domingo Luciani.
En respuesta a los reclamos de los trabajadores de la salud
las autoridades ampliaron recientemente la seguridad en algunos centros como el
Domingo Luciani, uno de los hospitales más grandes del país, donde tras la
balacera se instaló un puesto de vigilancia en la entrada del sanatorio, con
media docena de funcionarios civiles y milicias que revisan los vehículos que
ingresan y pasan por detectores de metales a los visitantes.
El vicepresidente Elías Jaua y la ministra de salud Eugenia
Sader anunciaron a mediados del mes pasado en un encuentro con un grupo de
médicos públicos que el gobierno daría custodia las 24 horas del día a todos
los hospitales y que la vigilancia estaría a cargo de la policía o la Guardia
Nacional, según indicó a la AP Carlos Marín, ex miembro de un comité de los
galenos. La medida hasta el momento no se ha cumplido.
Briceño expresó recientemente que el auge delictivo en el
país está asociado a la falta de una “política de control” del delito, el
“quiebre institucional sostenido” y el “aumento de la impunidad”.
De acuerdo a cifras de la OVV entre 1998 y el 2010 la tasa
de homicidios en Venezuela se más que duplicó y pasó de 19 a 57 homicidios por
cada 100.000 habitantes.
Según estimaciones de la OVV este año se podría cerrar con
una cifra récord de 19.000 homicidios lo que llevaría la tasa a 60 asesinatos
por cada 100.000 habitantes.
International Crisis Group, una organización independiente
de Bruselas enfocada en la prevención de conflictos, dice que la violencia
“compromete seriamente la estabilidad de Venezuela a mediano y largo plazo”.
Agrega que el público no confía en las autoridades y que el
gobierno de Chávez “parece incapaz, o no está dispuesto, a resguardar a los
militares y las instituciones policiales de la influencia de los delincuentes y
de la corrupción, a combatir la delincuencia y proteger a la población”.
Señala que bajo el gobierno de Chávez se centralizó el poder
y de debilitó las instituciones policiales. “El resultado obvio ha sido
corrupción, impunidad e ineficiencia”, expresó.
Destacó que el propio ministro de justicia dijo en el 2009
que la policía estaba involucrada en el 15% o 20% de los delitos cometidos.
Venezuela cerró el año pasado con una tasa de homicidios de
48 por cada 100.000 habitantes
Casi 24 horas después de la muerte de la estudiante, el
médico Morillo fue sometido por un maleante armado que ingresó a un quirófano,
en medio de una operación, para matar a un hombre que había sido herido de bala
en un enfrentamiento.
El anestesiólogo relató que gracias a la mediación de un
vigilante logró distraer por unos instantes al delincuente mientras sus otros
compañeros, que participaban en la operación, se escondieron en los vestidores
y sacaron a hurtadillas del quirófano al paciente perseguido para evitar que lo
asesinaran. Morillo precisó que el pistolero, al no encontrar al hombre herido,
huyó por las escaleras del hospital.
Ante las recurrentes agresiones que realizaron delincuentes
heridos de bala a algunos médicos del hospital capitalino José María Vargas,
los trabajadores de ese centro tomaron en el 2009 la decisión extrema de cerrar
el servicio de emergencia a partir de las siete de la tarde.
Marín, ex presidente de la sociedad de residentes del
Vargas, expresó que la medida “redujo la violencia” en el centro hospitalario.
Aunque las autoridades no ha revelado cifras sobre la situación
de violencia en los centros de salud, Roberto Briceño, director de la ONG
Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), admitió que hoy en día se enfrenta
un “proceso de expansión” de la delincuencia en todos los hospitales del país.
“Esos hechos que
ocurrían en algunos hospitales ubicados en zonas críticas ya se han
generalizado y se han generalizado igualmente a los hospitales del interior del
país”, dijo Briceño a la AP.
El presidente Hugo Chávez respondió a las críticas sobre la
gestión de su gobierno en materia de seguridad acusando a la oposición de
promover una campaña para llenar de “terror” y “odio” a la población, e
insistió en que su gobierno está combatiendo la delincuencia.
“Claro que hay una
situación de inseguridad y no solo en Venezuela, no sólo en Caracas. Vayan a
México”, afirmó Chávez el pasado 2 de septiembre. “Lamentablemente (la
violencia) es un fenómeno, en Estados Unidos, en Europa”.
Asimismo, Chávez instó a sus seguidores, a la policía, a la
“Guardia del Pueblo” y a la fuerza armada a intensificar la vigilancia en las
vías y hacer “inteligencia social”.
Venezuela cerró el año pasado con una tasa de homicidios de
48 por cada 100.000 habitantes, cifra que es más de dos veces superior a la
México, y casi se equipara con las de Honduras y El Salvador, que son
considerados los países más violentos de la región.
Para hacer frente al alto índice delictivo el gobierno
prohibió recientemente el porte de armas en el transporte público y los
terminales de pasajeros.
Una encuesta que realizó la OVV entre mayo y junio pasado
reveló que uno de cada cinco venezolanos siente necesidad de armarse para
combatir la delincuencia.
El estudio, que se hizo entre 1.000 hogares y tiene un error
muestral de 5%, evidenció que 45% de la población está de acuerdo con los
asesinatos extrajudiciales por parte de la policía para contener a los
delincuentes, y 91% estimó que los policías están involucrados en los delitos.
Briceño expresó recientemente que el auge delictivo en el
país está asociado a la falta de una “política de control” del delito, el
“quiebre institucional sostenido” y el “aumento de la impunidad”.
De acuerdo a cifras de la OVV entre 1998 y el 2010 la tasa
de homicidios en Venezuela se más que duplicó y pasó de 19 a 57 homicidios por
cada 100.000 habitantes.
Según estimaciones de la OVV este año se podría cerrar con
una cifra récord de 19.000 homicidios lo que llevaría la tasa a 60 asesinatos
por cada 100.000 habitantes.
Por FABIOLA SÁNCHEZ / Agence Press
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